La terrible burocracia
La terrible burocracia
Alejandro Mario Fonseca
Esperando a Godot (en francés: En
attendant Godot), a veces subtitulada Tragicomedia en dos actos,
es una obra perteneciente al teatro del absurdo, escrita a finales de los
años 1940 por Samuel Beckett y publicada en 1952 por Éditions de
Minuit.
Beckett escribió la
obra originalmente en francés, su segunda lengua. La traducción
al inglés fue realizada por el mismo Beckett y publicada en 1955.
Usted puede encontrar una muy buena traducción al español, editada por Tusquets
en 1995.
La obra se divide en
dos actos, y en ambos aparecen dos vagabundos llamados Vladimir y Estragon que
esperan en vano junto a un camino a un tal Godot, con quien (quizás) tienen
alguna cita.
El público nunca
llega a saber quién es Godot, o qué tipo de asunto han de tratar con él. En
cada acto, aparecen el cruel Pozzo y su esclavo Lucky (en inglés,
«afortunado»), seguidos de un muchacho que hace llegar el mensaje a Vladimir y
Estragon de que Godot no vendrá hoy, “pero mañana seguro que sí”.
Esta trama, que
intencionalmente no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitiva,
simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana, tema
recurrente del existencialismo.
Resumen de la obra
La obra está
dividida en dos actos. La trama trata de Vladimir (también llamado Didi) y
Estragon (también llamado Gogo), quienes llegan a un lugar junto a un camino,
al lado de un árbol, para esperar la llegada de Godot.
Vladimir y Estragon
parecen ser vagabundos: su ropa es andrajosa y no les viene bien; otra
teoría es que podrían ser refugiados o soldados desplazados de un
conflicto, como la Segunda Guerra Mundial, que acababa de terminar y que
inspiró mucho la dramaturgia de Beckett. Pasan el tiempo conversando y a veces
discutiendo.
Estragon se queja de
que los zapatos no le quedan, y Vladimir presume de piernas agarrotadas debido
a un doloroso problema de vejiga.
Hacen vagas
alusiones sobre la naturaleza de sus circunstancias, y sobre las razones para
encontrarse con Godot (pero el público nunca llega a saber quién es Godot o por
qué es tan importante).
Pronto les
interrumpe la llegada de Pozzo, un hombre cruel pero lírico que afirma ser el
dueño de la tierra donde se encuentran, junto con su criado Lucky, a quien
parece controlar por medio de una larga cuerda. Pozzo se sienta para darse un
festín de pollo, y más tarde tira los huesos a los dos vagabundos.
Los entretiene
haciendo a Lucky bailar animadamente, y entonces les da un sermón improvisado
sobre las teorías de George Berkeley.
Tras la partida de
Pozzo y Lucky, un niño llega con un mensaje de Godot: "aparentemente, no
vendrá hoy, pero vendrá mañana por la tarde".
El muchacho también
confiesa que Godot castiga a su hermano y que él y su hermano duermen en la
buhardilla de un granero.
El segundo acto
sigue un patrón similar al del primero, pero cuando Pozzo y Lucky llegan, Pozzo
se ha vuelto inexplicablemente ciego, y Lucky, mudo.
De nuevo el chico
llega para anunciar que Godot no vendrá, si bien el muchacho afirma no ser el
mismo niño que el día anterior había traído el mismo mensaje.
El celebérrimo final
de la obra resume con claridad su falta de acción:
-Vladimir: ¡Qué!
¿Nos vamos? -Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven.
El castillo
Uno de los comentarios
más lúcidos que he leído sobre la obra es el de Nicolás Cabral que publicó en Letras Libres en 2003.
Beckett obligado por
las circunstancias (la guerra) a aislarse con su pareja, en una comunidad
rural, se ejercitó en el acto insoportable de esperar: el mundo detenido, suspendido,
una extensión interminable de hastío, de aburrimiento.
En El
castillo, Kafka habló de la espera en estos términos: Ese estar allí en vano, aguardando un cambio
día tras día, y una y otra vez de nuevo y sin esperanza alguna, agota y hace
dudar y, finalmente, incapacita incluso tanto para cualquier otra cosa como
para este mismo estar desesperado.
Cabral cita una
pintura de Caspar David Friedrich (Dos hombres contemplando la luna 1819),
que tiempo antes impresionaría a Beckett y que al fusionarse con la de la
pareja que espera la liberación de París, sería la motivación
del dramaturgo.
Una pieza teatral que, a estas alturas, ha producido tantos exégetas
como Hamlet. Aunque se han
estudiado todos sus posibles significados, cada uno de sus recovecos, en Esperando
a Godot se impone una asombrosa simplicidad escénica atravesada
por la reflexión sobre la espera, que se despliega como una metáfora de la
agonía.
La burocracia
municipal
En muchos municipios
así estamos los mexicanos de hoy, esperando que la Cuarta Transformación, ahora
encabezada por la Doctora Sheinbaum, llegue. Se trata de sacudir viejos vicios
heredados de la cultura política priista: los ayuntamientos no son salas de descanso,
hay que ponerse a trabajar.
Estoy optimista,
estamos viviendo una verdadera profundización de la revolución pacífica: la
pobreza y la violencia van a la baja; la impunidad (hermana gemela de la
corrupción) también inicia su caída; pronto vendrá la limpieza en las filas del
partido Morena. Todo a su tiempo, ¿usted qué opina?
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