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¿De qué platicaron Trump y Putin en Alaska?


 

¿De qué platicaron Trump y Putin en Alaska?

Alejandro Mario Fonseca

Ya se nos olvidó que haca 9 años el FBI informó que apoyaba la conclusión de la CIA de que Rusia había interferido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos con el objetivo de apoyar al candidato republicano Donald Trump.

El presidente Barack Obama había prometido que Estados Unidos tomaría represalias contra Rusia por su supuesta intromisión cibernética en la elección presidencial, una acusación que el Kremlin negó insistentemente.

La ex candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, aseguraba que su derrota en las elecciones de 8 de noviembre de 1916 se debió a la confluencia de dos eventos “sin precedentes”: un ciberataque ruso y la reapertura de la polémica del manejo de sus comunicaciones digitales por parte del FBI.

¿Cómo entender este giro vertiginoso en la explicación de la derrota del “sistema electoral democrático” más prestigiado del mundo? ¿Porque la derrota no era nada más de la opción ilustrada, progresista y modernizadora que encarnaba Hillary Clinton, sino de la percepción de legitimidad de todo un proceso, incluso de toda una historia electoral democrática?

Y es que aun cuando nunca se ofrecieron pruebas de ninguna de las acusaciones, de lo que se trató fue de una transición complicada, tras ocho años de gobierno difícil pero exitoso de Obama. Había llegado al poder un personaje populista, autoritario, depredador y guerrero. Las coincidencias entre los perfiles políticos de Putin y Trump eran (y siguen siendo) enormes.

Además, las acusaciones de que Rusia había interferido en el proceso electoral estadounidense también avivaron las tensiones existentes entre ambos países sobre Siria, Ucrania y otros asuntos en los que mantenían (y siguen manteniendo) posturas enfrentadas.

     El fracaso de los modelos de dominación socialista

Y sí, es perfectamente posible, pero para comprender cabalmente el fenómeno, primero hay que echar un vistazo al fracaso del socialismo soviético; y de los otros socialismos, los de Europa del Este.

Se trata de ¨la caída del muro de Berlín”, del fracaso de los modelos de dominación socialista, y para entenderlo es necesario asumir el hecho de que la condición humana oscila entre los buenos deseos y las restricciones que el control de los cambios impone.

Mientras que la Unión Soviética, China y Cuba debieron su origen a una revolución socialista, el establecimiento de las “democracias populares” en los países europeos se debió a:

 1. El papel que comunistas y socialistas desempeñaron frente a la ocupación nazi, junto con el protagonismo del ejército soviético en la liberación de sus territorios; y

2. La formación de Frentes Nacionales Populares y antifascistas, lo que después devendría en la constitución de los partidos comunistas y de los regímenes socialistas.

El control del cambio radical devino en autoritarismo

El objetivo inicial de conseguir una sociedad sin clases, suprimiendo la propiedad privada, nunca se alcanzó a plenitud, ya que en algunos sectores se conservaron las tradiciones, tanto campesinas como artesanales.

Por otra parte, la economía planificada tampoco se dio planamente; el caso yugoslavo es el más claro exponente de la versión descentralizada: sólo hay que ver lo que quedó de Yugoslavia.

Lo que se impuso no fue una democracia, en todos los regímenes socialistas el dominio del partido comunista siempre estuvo fuera de toda duda: en la mayoría de los casos fue la única organización existente.

En todas estas dictaduras “del proletariado”, aunque en grado variable, se estableció una política restrictiva de las libertades públicas, todo en aras del objetivo supremo: “igualdad”.

Este “socialismo real” incurrió en la deformación de hacerse eminentemente burocrático y autoritario. Por eso es que fácilmente se desmoronó: regresó la Rusia de los zares; o más bien, siempre estuvo presente, aunque disfrazada.

El trasfondo de la “cumbre de Alaska”

Vladimir Putin es el heredero de un enorme poder centralizado, depredador y guerrero, que encarna una de las mayores amenazas a la libertad y a la democracia en el mundo. Con las victorias de Trump su poder se incrementa: coinciden prácticamente en todo.

Y como una prueba contundente de lo que he apuntado hasta aquí, ahí está Rex Thillerson, el jefe máximo (en aquel entonces) de la gigante petrolera Exxon Mobil, propuesto por Trump para secretario de Estado (el cargo que ahora ocupa Marco Rubio), que no nada más es amigo de Putin, sino también su socio en un proyecto de 500 mil millones de dólares para perforar en el ártico.

No es nada descabellada la hipótesis de que lo que realmente fueron a discutir el pasado 15 de agosto Trump y Putin en Alaska, sea cómo se van a repartir las riquezas naturales del ártico. El genocidio en Gaza, la invasión de Ucrania, la pantomima del bombardeo en irán; y la posible captura de Maduro en Venezuela, son para ellos asuntos menores.

 

 

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