Mara Salvatrucha en L.A. prioridad de la autoridad en EE UU
Empezó con una pregunta: “¿De qué banda sois?”. Ever Rivas, conocido cariñosamente como Satanás, se acercó a tres clientes del restaurante Little San Salvador, y les hizo esta pregunta mientras cenaban en la noche del 15 de agosto de 2015. No consta cuál fue la respuesta, pero dos de ellos acabaron apuñalados y otro muerto a tiros a la puerta del local. Estaban en territorio equivocado: la calle Western, entre Santa Monica boulevard y Melrose boulevard, en pleno Hollywood. Territorio de la Mara Salvatrucha de Los Ángeles, la MS-13.
Escenas como esta se cuentan con estremecedora frialdad policial en una denuncia presentada el pasado miércoles en los juzgados federales de Los Ángeles, tras una megaoperación en la que fueron detenidos 21 miembros de esta banda callejera. Hacía pocas semanas que el presidente, Donald Trump, y el fiscal general, Jeff Sessions, habían proclamado que la MS-13 era una prioridad absoluta en su estrategia de seguridad. La operación policial no tiene nada que ver con Trump ni él ha intentado atribuírsela. Es una investigación de tres años que revela múltiples detalles de la organización interna de la banda callejera que parece obsesionar al presidente.
El documento recoge con gran detalle cada amenaza, cada golpe, cada intercambio de droga y cada asesinato conocido de los detenidos del MS-13 en Los Ángeles. Ofrece una visión del día a día de los negocios de la organización que parece sacado de un guión de cine. La mayoría de los hechos relatados por la policía parecerían simples reuniones de negocios, recados varios (“Torres le dice a Pérez que compre una tarjeta de PayPal para que los de Adams le manden el dinero”), si no fuera porque se está hablando de drogas, violencia y muerte.
El informe señala que la MS-13 controla 20 cliques, o distritos, que funcionan cada uno como su pequeña mafia territorial. Detalla la implantación territorial con sorprendente precisión, como por ejemplo cuál es la esquina de MacArthur Park, un popular área de negocios latinos delante del Consulado de México, que controla la mafia salvadoreña.
La policía relata desde lo más pequeño, como Jason Lamar Ardoin, Smokey, sacándole el dinero a puñetazos a una víctima el 19 de abril de 2009; o la extorsión constante de un restaurante en Van Nuys que además utilizan para reuniones; hasta la escena en el restaurante Little San Salvador. Ventas rutinarias, como la que hace Sergio Alexander Galindo, Killer, el 9 de septiembre de 2014: 54.8 gramos de metanfetamina y una pistola Sig Sauer de 9 milímetros con siete cargadores por 1.500 dólares. Así, durante 127 páginas de informe policial.
Los códigos internos de la banda se mueven alrededor del número 13. Los castigos, por ejemplo, son múltiplos de ese número. Se forma un corro alrededor de la víctima y se le golpea salvajemente durante 13 segundos, 26, 39… según la gravedad del delito, mientras alguien cronometra. Nelson Enrique Corrales, Speedy, recibió 26 segundos de golpes por faltar al respeto a la novia de otro miembro de la banda.
Con información de El País
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