Exhiben paraíso del turismo sexual en Tlaxcala
A la orilla de un empobrecido municipio en Tlaxcala, nadie imaginaría a primera vista que el bar La Tuza, construido sobre una calle de tierra y sin alumbrado público, sea un lugar que atrae a clientes que viven del otro lado del Océano Atlántico. Pero sucede. Por temporadas, hombres cuyas casas están a más de 9 mil kilómetros de distancia vienen acá para encontrar un mercado sexual que no existe en su vecindario.
La Tuza es una de esas cantinas sin personalidad. Un cajón de cemento con un olor a cloro que se impregna en las paredes, donde cuelgan amarillentos posters con mujeres desnudas y cartulinas con el menú escrito a mano. Por fuera, un par de luces de neón colorean la fachada del congal; por dentro, un foco rojo ilumina la vieja rockola y a las mesas que rodean un tubo que va de piso a techo, indispensable para el baile nudista.
Aquí se embriaga la clase obrera que vive en Huamantla, un pueblo de apenas 30 kilómetros cuadrados. Es barato y sin pretensiones. Los clientes casi siempre son descendientes de indígenas otomíes, pero de vez en cuando --con cada vez más frecuencia-- llegan hombres de otro aspecto, rubios, altos, de piel blanca, a quienes se le reservan las mesas más cercanas al tubo.
Los "güeros" siempre llegan en grupo, en una o más camionetas y con las carteras abultadas. También, arriban con un traductor. Entonces, casi siempre pasa lo mismo: se emborrachan y piden que las bailarinas desfilen para ellos. Cuando alguien elige la mujer que le gusta, enseguida el intérprete hace una negociación que va y viene en alemán y español. Y casi siempre acaba en que el europeo paga menos de 30 euros, máximo 600 pesos, por llevarse a la mexicana al mejor hotel del pueblo, tener relaciones sexuales con ellas y se compromete a "desocuparla" en el bar.
"A los alemanes ya les gustó pasearse por acá", dice Lorena, una de las bailarinas que acepta hablar de las visitas de los "güeros" en su pueblo. "Uno me dijo un día que les gustamos mucho porque salimos baratas".
"Unos ya hasta medio hablan español. Dicen "vamos por unas indias".
Con información de La Silla Rota
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