León XIV habla de Palafox, la Guadalupana y su visita a Puebla
SIN LÍMITES
León XIV habla de Palafox, la Guadalupana y su visita a
Puebla
Mensaje del Pontífice en la apertura del Congreso Nacional
Misionero.
Por Raúl Torres Salmerón
Del 6 al 9 de noviembre tuvo lugar el XVII Congreso Nacional
Misionero (CONAMI), 2025, con el lema Discípulos Misioneros: Peregrinos de
Esperanza Artesanos de Paz, organizado por la Arquidiócesis de Puebla a cargo
del Arzobispo don Víctor Sánchez Espinosa y las Obras Misionales Pontificio
Episcopales de México (OMPE) y que tiene lugar cada 15 años.
Durante los 4 días, se congregaron en el Centro Expositor, 7
mil misioneros de México y del mundo. Durante la inauguración se leyó un
mensaje del Papa León XIV, donde destacó la presencia de la Virgen de
Guadalupe, del Obispo Juan de Palafox y de su visita como Superior de la Orden
de los Agustinos a Puebla.
En ese sentido las palabras del Pontífice, entre otras,
fueron las siguientes:
-Dirijo mi cordial saludo a los Obispos, sacerdotes,
consagrados y consagradas y a ustedes, fieles laicos, reunidos en Puebla de los
Ángeles con motivo del XVII Congreso Nacional Misionero de México. Me alegra
profundamente su numerosa presencia en este importante acontecimiento.
-Me conmueve reconocer en ustedes la generosidad con que
sostienen la obra misionera de la Iglesia a través de la oración perseverante,
de los sacrificios asumidos y del apoyo espiritual y material que ofrecen. De
ese modo, colaboran en la gran tarea evangelizadora de la Iglesia universal,
cuyo mayor privilegio y deber es llevar a Cristo al corazón de cada persona.
-A la luz de esta misión común, deseo evocar una breve
parábola, un solo versículo, en la que el Señor, a través de una imagen
doméstica, nos revela el modo en que su Palabra se expande en la historia: El
Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con
gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.
-Esa levadura de la que Jesús habla era distinta de las
levaduras secas o industriales que hoy se emplean para hornear. En aquel
tiempo, se guardaban pequeños trozos de la masa de días anteriores, ya
fermentada, que, al mezclarse con nueva harina y agua, hacían fermentar todo el
conjunto.
-San Jerónimo identifica a la mujer de la parábola con la
Iglesia misma, que, con paciencia, es capaz de integrar la fe en la historia y
en las culturas de los pueblos, hasta transformarlas desde dentro. San Juan
Crisóstomo, por su parte, comenta que la levadura, enterrada, no se destruye,
sino que cambia todo a su propia condición. Tal es la fuerza de Cristo, que
hace nuevas todas las cosas.
-Así también sucedió en México. La levadura del Evangelio
llegó en manos de pocos misioneros. Eran las manos de la Iglesia, que
comenzarían a amasar la levadura que portaban consigo, el depósito de la fe, con
la harina nueva de un continente que aún no conocía el nombre de Cristo. Al
integrarse ambas, dio inicio el lento y admirable proceso de fermentación.
-El Evangelio no borró lo que encontró, sino que lo
transformó. Toda la increíble riqueza de los habitantes de aquellas tierras como
lenguas, símbolos, costumbres y esperanzas, fue amasada con la Fe, hasta que el
Evangelio echó raíces en sus corazones y floreció en obras de santidad y
belleza únicas.
-En ese amanecer de la Fe, Dios le regaló a la Iglesia un
signo de perfecta inculturación. En el Tepeyac, la Madre del verdadero Dios por
quien se vive, apareció como testimonio visible del amor con el que el Señor se
hizo cercano a los habitantes de esas tierras y de la respuesta creyente de un
pueblo que levantó la mirada hacia su Salvador, decidido a acoger la invitación
de nuestra Señora, como en Caná, de hacer todo lo que Él les dijera.
-El mensaje de Guadalupe se convirtió en impulso misionero.
Los primeros evangelizadores, diocesanos, franciscanos, dominicos, agustinos y
jesuitas, asumieron con fidelidad la tarea de hacer lo que Cristo mandaba.
-Donde predicaron, prosperó la Fe y con ella la cultura, la
educación y la caridad. Así, poco a poco la masa siguió fermentando y el Evangelio
se hizo pan capaz de alimentar el hambre más profunda de ese pueblo.
-Entre aquellos que continuaron amasando la Fe en esas
tierras, destaca en Puebla la figura del Beato Juan de Palafox y Mendoza,
pastor y misionero que entendió su ministerio como servicio y fermento.
-Recuerdo bien, cuando visité Puebla como Prior General de
los Agustinos, cómo la figura del Beato seguía viva en la memoria poblana; su
paternidad había dejado una huella tan profunda que todavía hoy se percibe en
la fe sencilla de los fieles.
-El ejemplo de este Obispo modelo interpela a los pastores
de hoy, pues enseña que gobernar es servir, que formar con seriedad es
evangelizar y que toda autoridad, cuando se ejerce según el criterio de Cristo,
se convierte en fuente de comunión y de esperanza.
-En su vida y escritos, Palafox nos muestra que el verdadero
misionero no domina, sino que ama; no impone, sino que sirve y no
instrumentaliza la Fe para obtener ventajas personales ni materiales, ni de
poder, ni de prestigio, sino que reparte la fe como pan.
-Sé que la Iglesia católica en México se esfuerza por vivir
plenamente el llamado de Cristo; por eso, agradezco sus generosos esfuerzos y
los animo a ser siempre misioneros según su divino Corazón, peregrinos de
esperanza y artesanos de paz.
-Que el Señor Jesús haga fecundas todas sus iniciativas y
que Santa María de Guadalupe, Estrella de la Evangelización, los acompañe
siempre con su ternura de Madre, indicándoles el camino que lleva a Dios. Con
afecto, les imparto de corazón mi bendición, asegurándoles mi oración y
cercanía. Sigan trabajando con fidelidad, hasta que “fermente toda la masa”.
El Congreso Misionero culminó el domingo con la llegada de
los contingentes procedentes de la Iglesia Catedral, donde fueron recibidos por
don Víctor Sánchez Espinosa, Arzobispo de Puebla, quien dirigió unas palabras
de ánimo y una oración especial por todos los misioneros, recordándoles que la
misión nace en el corazón de Cristo y se alimenta en la Eucaristía.
La peregrinación misionera fue un recorrido lleno de color,
cantos y alegría, en el que los participantes caminaron con sus estandartes y
signos representativos de sus diócesis hacia el Centro Expositor de Puebla.
La celebración eucarística fue presidida por Joseph Spiteri,
Nuncio Apostólico en México y en la homilía, el representante del Papa, recordó
que cada bautizado está llamado a ser signo de esperanza en medio del mundo, y
que la misión no termina con el Congreso, sino que continúa en la vida
cotidiana de cada cristiano.
El Padre Sergio Vallejo Martínez, Director de Misiones de la
Arquidiócesis de Puebla, dirigió unas palabras de agradecimiento a todos los
que hicieron posible este encuentro nacional y la jornada concluyó con el
anuncio oficial de la sede del próximo Congreso Nacional Misionero (CONAMI
2030), que se celebrará en la Diócesis de Tlalnepantla, Estado de México.
Durante los cuatro días del Congreso, hubo conferencias,
celebraciones eucarísticas, reflexiones, horas santas y oraciones.
Estuvo presente, además de los obispos auxiliares Tomás López
Durán y Francisco Javier Martínez, el poblano Roberto Domínguez Couttolenc, Obispo
de Tulancingo y Responsable de la Dimensión Episcopal para la Pastoral de la
Misión.
En fin, como escribió Luis M. Ortiz en su poema Yo quiero
ser Misionero:
Yo quiero ser misionero,
aunque el calor me faltare,
y el frio me persiguiere,
en las noches más heladas.
Aunque no tuviere manta,
ni abrigo ni me arropara,
misionero quiero ser,
por qué lo llevo en el alma.
raultorress@hotmail.com

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