Guadalupe Cuautle y sus vicios.
Retórica
Guadalupe Cuautle y sus vicios.
Alberto Rocha Vázquez
San Andrés Cholula llegó al punto que todos temían y que la autoridad municipal se empeñó en negar:
se convirtió en un territorio sin ley.
Lo ocurrido esta noche en Walmart Ciudad Judicial no es un hecho aislado, no es una coincidencia, no es un descuido:
es la confirmación de un colapso institucional.
Un comando armado entró, robó, saqueó, se llevó teléfonos, equipos de alto valor y vehículos completos dentro del estacionamiento.
Y lo hizo con la tranquilidad de quien sabe que la autoridad no llegará… porque no puede, o porque no quiere.
Ninguna patrulla reaccionó.
Ningún operativo se activó.
Ninguna detención ocurrió.
Y ninguna explicación convincente ha sido dada.
La policía municipal fue, una vez más, un fantasma.
La zona más vigilada… con la vigilancia más inútil
La ironía es insultante:
el perímetro del crimen es uno de los más saturados de cámaras en toda la zona metropolitana.
Cámaras de Walmart.
Cámaras PMI del Parque La Luna.
Cámaras de la Anáhuac.
Cámaras del Periférico.
Cámaras de Ciudad Judicial.
Cámaras privadas.
Cientos de miles de pesos invertidos…
para que un comando armado entre y salga como si estuviera en su propio patio.
¿De qué sirven las cámaras si no hay quién las opere?
¿De qué sirven si no hay mando?
¿De qué sirven si la autoridad municipal no controla ni 500 metros a la redonda?
Cuautle y Flores Fierros: el binomio del fracaso
La alcaldesa Guadalupe Cuautle y el secretario Luis Flores Fierros encabezan hoy una administración que dejó de tener control del territorio.
No es percepción.
No es rumor.
Es un hecho.
San Andrés es hoy:
Un municipio sin estrategia,
Sin reacción,
Sin inteligencia,
Sin mando,
Sin presencia.
La policía municipal no contiene, no previene, no disuade.
Solo aparece cuando todo pasó… y cuando ya no importa.
La confianza ciudadana está rota.
Y no por la delincuencia, sino por la ineptitud.
El nombre que regresa: Tlatheui, el fantasma político
En medio de la indignación, reapareció un nombre que muchos preferían olvidar: Edmundo Tlatheui.
Su figura se asoma siempre que el caos se instala en San Andrés.
No porque se afirme algo específico, sino porque su paso por el municipio dejó una estela de dudas, sombras y estructuras que nunca terminaron de desmantelarse.
La sensación de que “hay pactos que no se rompen” vuelve a rondar cada vez que la delincuencia actúa sin freno y la autoridad municipal… simplemente desaparece.
Y la pregunta inevitable surge:
¿Por qué, cada vez que la violencia se dispara, el nombre de Tlatheui regresa a la conversación ciudadana?
No hay respuesta oficial.
No habrá.
Pero la percepción pública pesa, y hoy pesa más que nunca.
Un municipio al borde del vacío
Puede escribirse de muchas formas, pero la verdad es una:
San Andrés Cholula está sin gobierno.
Sin control.
Sin estrategia.
Sin autoridad real.
Y eso es más peligroso que el propio crimen.
Los ciudadanos viven entre la incredulidad y el miedo.
Los estudiantes de la zona universitaria ya hablan de rutas alternas para evitar asaltos.
Los comercios refuerzan seguridad privada porque la pública no sirve.
Los vecinos se preguntan cuánto tiempo más aguantarán esta “normalidad”.
El silencio que acusa
La alcaldesa puede quedar callada.
El secretario puede intentar justificar lo injustificable.
Pero el silencio, en política, también es un mensaje:
Aceptaron que no puede con el municipio.
La violencia no siempre se explica con mapas.
A veces se explica con algo más simple:
ausencia de liderazgo.
San Andrés Cholula regresó a las primeras planas.
Y todos sabemos que no fue por las razones correctas.
Otra vez.
Y cada vez, más grave.

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