El turno de los altos mandos militares
El turno de los altos mandos militares
Alejandro Mario
Fonseca
De todos los
personajes que participan destacadamente en la escena política mexicana son
pocos los que no tiene cola que les pisen. López Obrador era uno de ellos, si
la hubiera tenido nunca habría llegado a la presidencia y estaría en la cárcel:
era de izquierda en serio.
¿Porqué, a lo largo
de nuestra historia unos sí y otros no? ¿Porqué, el presidente, y muchos de los
gobernadores, diputados, senadores, alcaldes, militares, grandes empresarios y
los que me falten, han sido “intocables”?
Algunos por su
cercanía con los hombres fuertes, los capos de la mafia ya sea criminal o
política, o ambas; otros porque la propia ley los protegía; y algunos otros,
aunque cueste trabajo creerlo, porque son honrados (caso de AMLO). El fenómeno
es viejo, nos viene de la Colonia, y la mejor forma de entenderlo es desde la
perspectiva del patrimonialismo.
En El ogro filantrópico Octavio Paz nos
ofrece una hermosa lección sobre el tema. “En todas las cortes europeas,
durante los siglos XVII y XVIII, se vendían los empleos públicos y había
tráfico de influencias y favores.
Durante la regencia
de Mariana de Austria, el privado de la reina, don Fernando de Valenzuela (el
Duende de Palacio), en un momento de apuro del erario público, decidió
consultar con los teólogos sí era lícito vender al mejor postor los altos
cargos, entre ellos los virreinatos de Aragón, Perú y Nápoles.
Los teólogos no encontraron nada entre las
leyes divinas ni en las humanas que fuese contario a este recurso”. No se trata
de que el régimen patrimonial sea inmoral, sino de la vigencia de otra moral:
dentro de ciertos límites el Señor vende
lo que es suyo.
El ogro filantrópico
El dominio del PRI
(incluido el PAN) también fue patrimonialista. Ya no estábamos en tiempos de la
Colonia, pero dentro de ciertos límites, el Señor, ya fuera presidente, gobernador, diputado, presidente
municipal, juez, … podía hacer lo que se le diera la gana.
Y vaya que contaban
con muchas herramientas para hacerlo. Se trataba de una cadena que se
retroalimentaba, más y más corrupción, con todas sus variantes: “repartir” o
“maicear”, cooptar, disimular, doble contabilidad, nómina de cuates, “moches”,
“diezmo”, “mordida”, desvío de fondos, tráfico de influencias, abuzo de
autoridad, etcétera.
Sin embargo y
paradójicamente, la principal herramienta con la que el Señor contaba para conservarse impune, era la “legalidad”, y
también el fuero.
En efecto, el fuero
constitucional del que todavía gozan legisladores y gobernantes es una
protección que funciona muy bien. Tenemos que entender que la delincuencia
organizada es hija de la corrupción política, y en la medida en que sigan
teniendo un sistema de protección de políticos a través de un fuero tan amplio,
jamás podrán llegar a la verdad.
En este contexto,
estimado lector, podemos comprender por qué los “populistas”, López Obrador
antes y ahora Claudia Sheinbaum, han sido el enemigo a vencer para todos,
rojos, azules y amarillos: son los únicos con la capacidad moral de encabezar
una cruzada contra la corrupción.
El turno de los
militares
Claudia Sheinbaum
está profundizando la Cuarta Transformación a pasos agigantados. La
modernización del poder judicial ya empezó, es un gran logro. Y lo que estamos
por presenciar es todavía más sorprendente: la limpia de algunos de los altos
mandos militares.
López Obrador, con
relación al ejército, estaba prácticamente con las manos amarradas. No los
podía tocar, ya que de los poderes fácticos eran sus únicos aliados. Los medios
de comunicación, la iglesia católica y los grandes empresarios estaban en su
contra.
Por lo que estamos
presenciando, es el turno de la limpia en las filas del Ejército y de la Marina.
En el último escándalo están involucrados altos mandos de la marina nacional:
el combate frontal al crimen organizado está dando resultados.
Y usted se
preguntará qué pasa con algunos legisladores que a todas luces también están
involucrados en hechos delictivos. Para mi gusto, la única respuesta sensata es
que su voto en las reformas constitucionales es necesario. Desde luego que mi
análisis y mis conclusiones todavía son hipotéticos, en política nunca se sabe:
todavía pueden suceder muchas cosas.

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