Igualdad sustantiva supone construir un modelo de universidad incluyente: experta
“En las universidades se construye conocimiento, ciudadanía y el camino a la igualdad sustantiva. Por eso deben ser espacios que garanticen el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”: Dra. Guadalupe Ramos.
La
universidad más antigua de Europa fue fundada en Bolonia en el siglo XII, pero
el ingreso de las mujeres comenzó hasta 1860. En México, la primera mujer en
graduarse fue la médica poblana Matilde Montoya en 1887; la prensa de la época
la acusó de perversión.
Más de cien
años después, en el año 2007, la proporción de estudiantes universitarios ya
era 51-49 a favor de las mujeres. No obstante, “a las mujeres siempre se les ha
visto como intrusas en las universidades. La presencia de mujeres todavía no ha
derivado en la participación en la toma de decisiones; más aún, prevalecen las
desigualdades interseccionales”.
Así
reflexionó la Dra. María Guadalupe Ramos Ponce, integrante del Comité de
América Latina y el Caribe para la defensa de los derechos de las mujeres
(CLADEM), en el marco de las jornadas universitarias #NoMás Violencias ni
discriminación en los entornos educativos de la IBERO Puebla.
Las brechas
de género continúan presentes en las universidades. Los obstáculos que
enfrentan las mujeres en su desarrollo profesional se presentan en lo que los
feminismos denominan techos de cristal, de cemento y de dinero. En general, se
trata de condiciones de desventaja propiciadas por las estructuras
heteropatriarcales de ejercicio de gobierno.
“Si seguimos
exigiendo nuestros derechos es porque la igualdad que percibimos no es de
facto, no la vemos en lo cotidiano”. De ahí la necesidad de desmontar las
estructuras sociales que reproducen las dinámicas de poder a través de la
normatización, normalización y naturalización de las violencias.
En respuesta,
Nanci Fraser propone acciones transformadoras a partir de la representación de
los intereses de las mujeres en las instituciones y el reconocimiento de sus
aportaciones a la vida social y académica. Así, las perspectivas que buscan
impulsar la igualdad sustantiva se asumen de manera proactiva para
contrarrestar las deudas históricas de paridad.
La igualdad
de género, explicó Ramos Ponce, no implica que hombres y mujeres sean tratados
como idénticos, sino que se erradiquen las circunstancias que las imposibilitan
de ejercer sus derechos y tener acceso a recursos para el desarrollo. En el
contexto universitario, esto supone que las mujeres tengan las garantías
necesarias para el disfrute de los derechos humanos.
Para
lograrlo, es necesario contar con herramientas de análisis que permitan
transversalizar la visión diferenciadora de las condiciones de unos y otras.
Los resultados no solo implicarán el goce de los derechos inherentes a las
mujeres, sino también el abordaje de desigualdades específicas relacionadas con
el ingreso salarial, la participación política y el acceso a la vida libre de violencia.
Durante la
pandemia, las académicas, investigadoras y profesoras disminuyeron sus
actividades un 30% debido a la atención a las tareas de cuidado; los homólogos
varones repuntaron su quehacer intelectual.
A decir de la
catedrática de la Universidad de Guadalajara, uno de los principales obstáculos
para alcanzar la igualdad es la violencia de género, entendida como un
instrumento de control sobre el cuerpo y la libertad de las mujeres. A través
de expresiones como el acoso y el hostigamiento, las normas patriarcales
históricas han buscado que las mujeres no tengan acceso al espacio público.
Estos mecanismos se replican frecuentemente en las escuelas.
No existen
estadísticas reales ni acompañamiento institucional a las denuncias por casos
de acoso y hostigamiento en las universidades ─las cuales vivieron un repunte
histórico en 2020─, pues “las estructuras de denuncia siguen estando dentro de
la institucionalidad”.
Ante el
surgimiento de denuncias públicas, las instituciones optaron por proteger al
profesorado bajo el principio de apego al debido proceso. Los protocolos,
indicó Guadalupe Ramos, deben contar con una perspectiva de género que
comprenda los procesos individuales de asimilación y denuncia de las víctimas.
Esto debe ir encaminado por la deslegitimación de la violencia para acabar con
los mantos de impunidad en todos los espacios.
Sobre las
acciones prioritarias rumbo a la igualdad sustantiva, enlistó la necesidad de
elaborar diagnósticos con perspectiva de género; construcción de indicadores de
igualdad de género; rendición de cuentas y transparencia en las políticas
correspondientes; garantizar la paridad en la toma de decisiones, y capacitar
al personal en cuestiones de género, entre otras.
Como agentes
transformadores que son, las universidades deben asumir un compromiso contra el
acoso y el hostigamiento sexual, así como a favor de la paridad. Concluyó la
abogada feminista: “la igualdad sustantiva supone un modelo de universidad incluyente,
en donde la diversidad se respete, se propicie la participación plena de las
mujeres y se garanticen los espacios libres de violencia”.
Bajo esa mirada, la IBERO Puebla publicó el pasado 10 de noviembre su Política de igualdad y transversalidad de la perspectiva de género, la cual es aplicable en todos los ámbitos del quehacer universitario. De la mano de esta acción, recientemente se lanzó la convocatoria para integrar la Comisión de Igualdad de Género institucional.
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