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Trump tuvo miedo de reafirmar sus promesas de campaña en su visita a México


* El candidato republicano ofrece un "diálogo constructivo", pero mantiene construir el muro y que lo pague México.

En una visita relámpago a México, el vociferante candidato republicano, que durante meses ha humillado a los mexicanos, se entrevistó con el presidente Enrique Peña Nieto y volvió a demostrar su capacidad para apropiarse del escenario. Tras una hora de conversación, no pidió perdón por sus insultos, dejó de lado los asuntos más espinosos y, jugando al hombre de Estado, se ofreció a inaugurar un “diálogo constructivo” con el país que ha pisoteado. El golpe de efecto del magnate, inmerso en el último tramo de su campaña electoral, tendrá una difícil digestión en México, donde, sin disculpas públicas, muchos consideraban un fracaso la reunión.

Trump, aprovechando la sorprendente invitación girada por el presidente de México, volvió a tomar las riendas. Por un momento, la demócrata Hillary Clinton dejó de existir y él pudo enfocar todas sus energías en recuperar un terreno donde las encuestas marcan un inexorable deterioro. Consciente de ello, ha protagonizado en las últimas semanas un lento giro y ha intentado congraciarse con aquellos a los que insultó. O, como mínimo, apelar a los votantes tradicionales republicanos espantados por su retórica incendiaria. Bajo esta idea, horas antes de su esperado discurso sobre la inmigración en Phoenix (Arizona), se plantó en tierra hostil y se vio cara a cara con el representante de un pueblo sobre el que ha lanzado sus peores diatribas.

“Tengo gran afecto por México, compartimos intereses comunes, pero quiero que la gente de Estados Unidos esté protegida”, afirmó. En sus palabras, se advirtió el esfuerzo por dulcificar su imagen y eliminar las aristas. “Un México próspero es el mayor interés para Estados Unidos”, señaló. Pero en ningún momento se retractó por haber llamado violadores y asesinos a los inmigrantes, ni por querer obligar a su vecino del sur a pagar un gigantesco muro. “Hablamos del muro, pero no de quien va a pagarlo”, llegó a decir, [en una alusión que Peña Nieto contestó más tarde por Twitter: "Al inicio de la conversación con Donald Trump dejé claro que México no pagará por el muro"]. Es más, en el espinoso asunto fronterizo, reclamó el derecho “de cualquier nación” a construir un muro físico y simplemente ofreció aumentar la colaboración en inteligencia. Más dúctil se mostró al tratar otros demonios, como el denostado tratado de libre comercio o la defensa de la industria manufacturera. En estos puntos, como si ya fuera presidente, se abrió a una colaboración “hemisférica” y ofreció una mirada de futuro.

La intervención de Peña Nieto intentó rodar por esta última carretera. No le hizo recriminaciones directas, ni le exigió disculpas públicas. Buscó la conciliación y donde hubo discrepancias pasadas planteó cooperación. “Podemos o no estar de acuerdo, pero su presencia muestra una coincidencia: que nuestros países son muy importantes el uno para el otro”, afirmó. En esta línea, el énfasis lo puso en la consecución de un clima de respeto para México. “La comunidad mexicana contribuye a la prosperidad de Estados Unidos; son personas de bien, que respetan la familia y la ley. Merecen el respeto de todos”, subrayó el presidente.

Quizá fue un avance, pero resultó parco frente a la magnitud del terremoto causado en México por el republicano. En una iniciativa que muchos han considerado suicida, el presidente mexicano invitó el viernes pasado a Hillary Clinton y al magnate. El objetivo era demostrar que su Administración es neutral ante las elecciones y que gane quien gane tendrá su apoyo. Una posición tras la que anida el vértigo que siente la Administración mexicana a que un enfrentamiento con Trump pueda propiciar un incendio de consecuencias incalculables.

Puedes leer la nota completa en la página de El País

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